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jueves, 12 de abril de 2012

EL ENIGMA DE LOS MOAIS DE LA ISLA DE PASCUA

A lo largo de la historia la isla de Pascua no ha desvelado nunca ninguna de sus incógnitas. No deja de ser asombroso que en una pequeña isla del Pacífico confluyan tantos enigmas.
Se lleva más de un siglo de investigación por parte de arqueólogos y antropólogos, y el resultado son conjeturas, hipótesis, cábalas; certezas ni una sola.
La isla de Pascua está situada en el océano Pacífico, a 27º 8’ 6’’ de latitud sur, y 109º 54’’ de longitud oeste. El punto más próximo de la costa americana se halla a 3518km y por el otro lado son 2037km los que la separan de Picayo la isla más cercana de la Polinesia. Apenas mide 160km de extensión y en su forma triangular su trecho más largo es de 24km. Las montañas más elevadas de la isla de Pascua son tres volcanes apagados.

Posiblemente los primeros habitantes que hubo en esta isla llegaron a estas costas escabrosas traídos por una tormenta, o empujados en contra de su deseo por la corriente ecuatorial del sur. Y aquí se quedaron, porque no tuvieron otro remedio. 
Fue en 1722 cuando el holandés Jakob Roggeveen, al mando de tres barcos piso la isla el día 6 de abril de ese año. El día de la Pascua de Resurrección, por lo que la bautizó con el nombre de la Isla de Pascua.

Hay unos habitantes en la isla de Pascua, que permanecen impasibles a cualquier cambio desde hace mucho tiempo. Unos habitantes silenciosos a los que los siglos han ido colmando de misterio, los Moais.

 Hasta el momento han sido catalogados 1006 sin embargo se cree que hay muchos más enterrados. Por supuesto es un misterio mundialmente conocido, el más grandilocuente y que ha traspasado todos los confines de la tierra. Sin embargo seguimos sin conocer su verdadero significado.

Algunos, sobre todo los arqueólogos hablan de monumentos funerarios. Posiblemente se trate de personajes ilustres que se han reencarnado transitoriamente en estas figuras. Otros consideran que son demasiados Moais y muy iguales para componer esa representación de difuntos ilustres.

Otros descubrimientos escultóricos en la isla permiten afirmar que la apariencia de los moais es intencionada. No obedece a ignorancia anatómica alguna, si no que sus escultores representaron aquello que querían simbolizar, es decir un ser o unos seres de cabeza deforme, de larga nariz, largas orejas delgados labios y mandíbula prominente. Después un cuello apenas insinuado, seguidamente un cuerpo rollizo, con un voluminoso vientre al que parece sujetar unas manos de larguísimos dedos. Nada más. Estás efigies extrañas carecen de piernas. Están hechas para descansar sobre un pedestal como un monumento.

 
¿Pero, un monumento a quien? Nadie hay con esta aspecto físico. Parece como si el primer escultor hubiera querido ensalzar a un individuo concreto. Después con el paso de los tiempos, otros escultores se ha limitado a copiarle.

Otra posibilidad naturalmente podría ser la de la idea, de un concepto abstracto plasmado vagamente en una figura casi humana. ¿Quizás una deidad? ¿Quizás un espíritu?

También podría tratarse de un héroe épico, quizás un ser mitológico, quien sabe si pudo tratarse del primer forastero que puso el pie en la isla.

Algunos sugieren alguna posibilidad incluso más fantástica, no encontramos ante la representación de seres no humanos, ¿procedentes quizás de la estrellas?

El motivo que tuvieron los antiguos pascuenses para llevar a cabo este titánico ahínco tuvo que ser muy transcendental, ya que el labrado de estos moais significa un esfuerzo difícil de comprender a día de hoy.

En la cantera del volcán Rano-Raraku, de donde se sacaban los moais, existen hoy día más de 390, que están en diferentes fases de tallado. Desde algunos que están completamente acabados y que se encuentran a los pies del volcán para ser trasladados hasta su lugar de ubicación, hasta otros que se hallan unidos todavía a la piedra original en la ladera del volcán.

La elaboración de los moais se llevaba a cabo con una herramienta llamada Toki, que no era otra cosa que una especie de martillo de basalto con el que golpeaban la piedra. 

 
En principio puede parecer una tarea fácil, la roca volcánica es porosa y en apariencia  fácilmente trabajable, sin embargo eso es la capa externa, pues en cuanto traspasaban aquella primera capa, los pascuenses tropezaban con una piedra casi tan dura como el mismo basalto. Sin embargo eso no supuso un obstáculo para ellos.

Día tras día iban perforando la ladera del volcán abriendo un pasillo entrono a lo que sería el moai. Colocados en ese pasillo tallaban esa figura hasta dejarla casi completamente terminada. Solamente la espalda quedaba sin acabar, porque se hallaba unida a la roca por una especie de quilla. Llegado el momento se rompía la quilla y el moai era trasladado hasta abajo, al pie de la ladera. Allí era puesto en pie la espalda era esculpida y perfectamente pulida, quedando el moai dispuesto para ser llevado a otra parte de la isla.

Pero, estamos hablando de traer, llevar, trasladar, como si ello no tuviese trascendencia, y el traslado de los moais es uno de los misterios más peliagudos de la isla de Pascua. Muchas de estas estatuas pesan 30,40 o 50 toneladas y en ocasiones se llevaban a distancias de 15 o 16 kilómetros de distancia, a puntos muy lejanos, sin embargo el peso parecía no importarles demasiado.

Uno de los moais inacabados mide 22 metros. Puesto en pie eso equivale a un edificio de siete plantas. Y ese moai, como los demás iba a ser llevado a varios kilómetros de distancia. ¿Pero cómo? La respuesta arqueológica es inmediata, avance de rodillos, cuerdas y centenares de hombres arrastrando.

Es verdad que hace siglos en la isla de Pascua hubieron árboles, pero ¿tantos y tan gruesos como fueron necesarios?

El suelo fértil de la isla alcanza unos 50 cm de profundidad en el mejor de los casos, no lo habría tolerado. Además ¿Cuántos arboles hubiesen hecho falta? Porque además de esos 390 moais que existen en el Ranu-Raraku, hay otros seis cientos y pico distribuidos por toda la isla, más de mil moais.

Además cuantos hombres harían falta para arrastrarlos, 300,400, más. ¿Y por cuanto habría que multiplicarlos al llegar al primer desnivel?

Igualmente existe otra razón, que parece lógica  ¿por qué construir una figura tan enorme, cuando con una ocho veces más pequeña hubiese hecho la misma función?

Iban solos, decían los viejos pascuenses. Se movían por el Mana, una especie de energía espiritual mágica de la que ellos los moais eran condensadores. Es una respuesta irracional, la gente civilizada no podemos aceptarla, pero lo cierto es que no tememos una mejor.

Si analizáramos uno a uno, cada moai tiene su misterio, sus particularidades. Existe uno en especial en la ladera del volcán Ranu-Raraku, que como el resto permaneció enterrado hasta el cuello. Hasta que en 1957 llegó la expedición de Thor Heyerdal. Estos expedicionarios tuvieron la idea de desenterrarlo y se toparon con una sorpersa. En el pecho de este moai muestra un extraño dibujo grabado, un velero de tres palos. Verdaderamente la sorpresa fue mayúscula, pues este moai llevaba muchos siglos cubierto de tierra hasta el cuello. ¿Quién grabo ese velero? ¿Que designaba? ¿Era una embarcación Totora, de los isleños, hecha de juncos? ¿O fue tal vez la alusión dramática de la  llegada del hombre blanco a la Isla de Pascua en el siglo XVIII?   

No se sabe, realmente se trata de un ínfimo enigma, casi una anécdota como tantas otras en el gran misterio de la isla.

Pero existe otro detalle interesante. Todos los moais están mirando hacia el interior de la isla, es decir no tienen un uso figuradamente defensivo, no están ahí para intimidar al visitante extranjero. Posiblemente sea así, porque ese Mana, esa energía que se concentraba en cada estatua, ya fuera propia o prestada por los difuntos era trascendental para la isla.

De esa forma, dispuestos en círculo alrededor de toda la isla, dispersaron toda la costa de figuras, sintiendo que con cada nueva estatua aumentaba su bien estar, su poder espiritual, su fuerza. Inspirados de que estos colosos de piedra harían más fértiles a sus mujeres, sus campos y alejaría a las enfermedades. ¿Pero a costa de que tesón? Las figuras traídas desde muy lejos, tenían que ser colocadas de pie en unas bases redondas de piedra a varios metros de altura. Y finalmente era preciso poner encima de sus cabezas el Tocaos, esculpido en otra cantera diferente y con un peso de entre 4 y 5Tm., una labor de ingeniería que hoy produce fascinación.

La función de estos sombreros, es muy ambigua, no se ponen de acuerdo los expertos. Algunos piensan que podría ser el vestigio de un peinado, que haría referencia al antiguo color rojizo del pelo de los antepasados pascuenses. Para otros podría simbolizar un complemento para el Mana, esa energía misteriosa, que queda concentrada en los moai.

 Estos colosos de piedra son parte del pasado de la isla de Pascua. Un pasado que ya era historia cuando vinieron aquí los primeros europeos.

Después de ellos, o por culpa de ellos, llegó el cataclismo y el infortunio. Los dos pueblos más importantes de la isla se enfrentaron en una batalla inmisericorde. Campesinos y pescadores tuvieron que combatir, y hubo escasez de alimentos, y el hambre les condujo al canibalismo.

Los que subsistieron condenaron el pasado y derribaron todos los moais, alegando que fueron ellos los que trajeron aquella infamia. Pero al realizarlo no volvió la prosperidad, ni la abundancia, pues se había perdido el Mana. La isla de Pascua ya no fue la misma, ni lo volvería a ser a lo largo de los tiempos futuros.          

 

Fortuna y gloria...

 


viernes, 20 de enero de 2012

LA MALDICIÓN DE TUTANKAMON

Durante 3000 años los sacerdotes constructores crearon uno de los centros místicos más importantes del mundo, Egipto.

Cuando se habla de misterios egipcios uno de los primeros que viene a la mente, sino el primero, es la maldición de los faraones sobre aquellos que turbaban su sueño. Cosa que ningún arqueólogo quiere creer, pero que ha hecho correr ríos de tinta.
Pero cuando tomó realmente cuerpo, cuando se convirtió en portada de titulares de todo el mundo, fue a raíz de la retahíla de muertes que siguieron al descubrimiento en 1922 de la tumba de Tutankamón.


El 4 de noviembre de 1922 los obreros de Howard Carter hallaron los primeros escalones de una tumba. Los escalones descendían hasta la tumba que tenía los sellos intactos y que como Carter imaginaba no había sido profanada. La piqueta abrió un agujero que dejó ver un heterogéneo montón de objetos entre los que no faltaba el oro. Todo estaba en desorden pero aparentemente no faltaba nada del ajuar funerario.
La cantidad y calidad de aquel tesoro depositado para que el faraón se sirviese de él en otro mundo, superaba todo lo imaginable.
Pese a tan valiosas ofrendas, es de creer que el espíritu de Tutankamón no estaba muy satisfecho y que su cólera encerrada durante 32 siglos, libre a medida que caían las paredes de la tumba, buscó venganza en aquellos que habían interrumpido su descanso.
Eso es lo que pensaban los obreros, a lo que atribuyeron que una cobra devorase en su jaula al canario de Howard Carter que tanto apreciaba.
Un siniestro aviso que se vio confirmado cuando el 5 de abril de 1923 murió en extrañas circunstancias el propio Lord Carnarvon y poco después Arthur Meis del museo metropolitano de Nueva York que inicialmente había participado en la excavación.
Ya no eran solo los obreros, los periodistas hablaban ya de una maldición y si como los hechos quisieran confirmarlo Georges Bénédite del museo del Louvre moría súbitamente en la entrada misma de la tumba.
Pero solo era el principio, en los siete años siguientes más de veinticinco personas relacionadas directa o indirectamente, con la profanación de la tumba murieron.
Unos en aparente muerte natural y otras en absurdos accidentes o por suicidio.
Venganza, el espíritu de Tutankamón descansó al fin tranquilo.

Naturalmente, la maldición es más que discutible, ni si quiera puede hablarse de algo que emponzoñase el aire estancado de la tumba, ni esporas, ni gérmenes, ni veneno pulverizado, porque las muertes se debieron a las circunstancias más variadas.
Lo lógico es atribuir esa acumulación de fallecimientos a la funesta casualidad y a la exageración de los periodistas. Sin embargo una de ellas la primera, precisamente la de Lord Carnarvon, estuvo rodeada de tantas circunstancias misteriosas, que uno tiende a pensar, si al final de todo no es posible que tal maldición existiese.

No se sabe de que murió, porque aunque en su certificado de defunción figure la neumonía como causa, lo cierto es que se habló de la picadura de un mosquito o de una septicemia producida por un corte al afeitarse.
En textos más recientes se afirma incluso rotundamente que murió de histoplasmosis.
Pero esa enfermedad producida por el histoplasma capsulatum, es una enfermedad de curso crónico, y Lord Carnarvon murió en ocho días.
Fuese cual fuese la causa de su muerte, lo cierto es que cuando estaba devorado por la fiebre en su habitación del Hotel Continental Saboy, pronunció varias veces lleno de pavor, que un pájaro le estaba arañando la cara. Algo aparentemente absurdo, pero que tiene sentido, porque durante el primer periodo intermedio del antiguo Egipto, estaba extendida una maldición para los profanadores de tumbas que decía exactamente esto:
“El pájaro Nekhebet destrozara con sus garras el rostro de quienes profanen una tumba”. 

 ¿Causalidad? tal vez, pero no es la única frase extraña que pronunció. Unos instantes de morir, dijo algo parecido a he oído su voz y le sigo.
Bueno, no son estas las únicas casualidades que hacen de la muerte de Lord Carnarvon algo muy especial como ahora comprobaremos.
A la 1 y 45 minutos de la madrugada del 5 de abril de 1928, Lord Carnarvon expiraba. Y en ese preciso instante todo el Cairo se quedó a oscuras. Un apagón que duró cinco minutos y que hoy 84 años después nadie ha podido explicar cómo se produjo y mucho menos como se arregló solo.
Y otra casualidad, cuando Lord Carnarvon fallecía, más o menos a la misma hora en su casa natal en Inglaterra a miles de kilómetros de distancia, su perra fox terrier Sussan, empezó a aullar lastimeramente y cayó muerta como fulminada.
Lo mejor es no creer en las maldiciones pese a todo, y atribuir estos extraños sucesos, a los misterios que hay en esa tierra extraña.          


Fortuna y gloria...

jueves, 15 de diciembre de 2011

EL ORO AFGANO

En el transcurso de la invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos,justo después del atentado de la Torres Gemelas, se bombardeó intensamente sucapital, Kabul, incluidos los alrededores del Banco Central. Pero a pesar de estar perdiendo el control del país, los talibanes no se resignaban a dejar allí el tesoro más valioso de Afganistán: un montón de oro procedente de la época de Alejandro Magno y las colonias griegas de Asia, que se custodiaba en una cámara acorazada del Banco Central. Aquel 12 de noviembre de 2001, un grupo de mulás talibanes intentaron llevarse el tesoro. En la mejor tradición de las historias de espionaje, uno de los empleados les aseguró que se había hecho siete llaves de esa cámara y se habían entregado a siete personas que vivían en diferentes lugares del mundo.
 
 
Para poder abrir la caja de seguridad, antes había que reunirlas a todas. Los bombardeos enemigos aumentaban, pero ellos no estaban dispuestos a irse sin el que consideraban su oro. Estaban firmemente dispuestos a volar la puerta del Banco Central de Kabul, aunque con esa acción destruyeran uno de los tesoros arqueológicos más antiguos y valiosos del mundo.
En un primer momento, los talibanes se apropiaron de trece millones de dólares y dieciocho mil millones en moneda nacional. Sin embargo, buscaban el oro desesperadamente. Después arrastraron a dos empleados hasta la puerta de la cámara. Uno de ellos estuvo a punto de morir apaleado por no poder abrir la puerta. Los talibanes no se resignaban a no encontrar la fórmula de conseguir tan deseado tesoro. Probaron con todas las llaves que tenían los empleados,pero fue en vano; palancas, martillos y sopletes tampoco dieron mejores resultados. A las seis horas de intentarlo optaron por volar la cámara con dinamita. Cuando ya habían dado la orden de apretar el detonador, uno de los empleados les gritó que se detuvieran. La cámara había sido diseñada de forma que si alguien intentaba volarla, todo el edificio del Banco Central se derrumbaría encima, no sólo matando a quienes estuvieran allí, sino destruyendo todo su contenido. Acorralados fuera del banco por las tropas norteamericanas,los talibanes tuvieron que huir con su dinero en metálico, sin saber lo cerca que habían estado del oro bactriano.
El 12 de noviembre de 2001 se derrocó el régimen talibán y se instauró un gobierno interino para estabilizar el país, encabezado por el presidente Hamid Karzai. El nuevo gobierno hizo un recuento de activos del país en su intento de reconstruir la nación. Unos meses más tarde, el 28 de agosto de 2002, el nuevo presidente Karzai y siete dignatarios en posesión de las siete llaves bajaron hasta la cámara más protegida de Afganistán. Un cerrajero extrajo el trozo de llave que el responsable de la cámara, Mustafa, había dejado en una de las cerraduras durante la primera incursión de los talibanes en el banco. La puerta de la cámara se abrió con sus siete llaves. Después de treinta años de guerra ininterrumpida, nadie creía que aún pudiera existir algo allí algo de valor.
Su sorpresa fue mayúscula cuando encontraron los noventa millones de dólares en lingotes de oro.


Sin embargo, no había ni rastro del tesoro de Tilya Tepe. Una inspección posterior reveló la existencia de otra cámara oculta, más pequeña. Allí es donde el presidente Nayibulá – acusado en su día de haberlo vendido a los rusos-, había escondido el tesoro en 1989. Milagrosamente, el rico legado de los griegos y los nómadas kushan había sobrevivido a la guerra ya la inestabilidad política más extremas, y con él también pervive la fascinante historia de estas tierras que hoy conocemos con el nombre de Afganistán. 
 
 
Fortuna y gloria...

sábado, 5 de noviembre de 2011

OCHATE: EL PUEBLO MALDITO

Ochate, cuya terminología en el antiguo eusquera significa “puerta secreta o del frío”. 
La dramática historia del lugar se compone de sucesos que se remontan a tiempos prácticamente medievales.
Generación tras generación se ha venido hablando de ellos, uniendo la voz popular el fenómeno de la maldición con la presencia de inexplicables manifestaciones paranormales.

El nombre de Goate (puerta de arriba) aparece por primera vez en 1134, dentro de la Nómina de San Millán, como referencia a un pequeño poblado que contaba con quince almas por aquel entonces. Un siglo más tarde se construyó la torre que hoy por hoy es el único vestigio del antiguo Ochate.
En 1254 la aldea parecía haber sido tragada por la tierra. Incompresiblemente, ningún dato sobre ella vuelve a aflorar hasta bien entrado el siglo XVI. De aquella época oscura sólo parecen haber sobrevivido las hileras de tumbas que rodean el pueblo. Sepulcros para albergar, por su reducido tamaño, a niños o gente extraordinariamente pequeña.

En 1557 Ochate era un despoblado, estaba vacío por primera vez en su historia. La emigración de sus habitantes hacia otras aldeas, o su muerte y desaparición, dejaron abandonado el pueblo maldito.
Y así lo estuvo hasta 1750. En aquel año, el censo daba referencia de seis habitantes en el lugar. Pero el crecimiento y la prosperidad alcanzada por Ochate durante el pasado siglo le hicieron convertirse, en el lugar más poblado de toda la comarca. Es precisamente en este periodo cuando comenzó a desarrollarse la supuesta maldición. Confluirán escalonadamente, y en tan sólo una década, diversas epidemias que arrasarán toda la población. En 1860 se extendió la viruela, de la que apenas sobrevivieron una decena de personas. Cuatro años después el tifus se propagaría con una virulencia devastadora, volviendo a dejar baldío de vida el lugar. Tras esa plaga, Ochate volvió a repoblarse rápidamente, pero el triangulo mortal se completaría fatalmente cuando, en 1870, una epidemia de cólera fulminante sumió para siempre a las gentes que intentaron en vano reconstruir la alquería. El pequeño cementerio de la localidad no dio abasto con los cadáveres y se decidió enterrar casi todos los cuerpos en la vaguada que forma el centro de la aldea. 

El pueblo quedó absolutamente deshabitado y una gran interrogante pululó por sus viejas construcciones intentado desvelar el misterio de las tres inexplicables epidemias. ¿Cómo era posible que solamente afectaran al pueblo de Ochate sin perjudicar la salud de ningún otro habitante de las aldeas cercanas? Nadie pudo pasar por alto la aparente selección que la enfermedad había realizado con el lugar respetando el resto. 




Ochate, como confirman todos y cada uno de los legajos eclesiásticos, siempre permaneció en constante comunicación con las poblaciones vecinas a través de víveres, aguas, medicinas, ganado y transito humano. Es inconcebible que tres plagas de enfermedades altamente contagiosas por este tipo de vínculos sólo llenaran de muerte las entrañas del pueblo maldito. Los habitantes de las localidades cercanas, ajenos a las plagas, se convirtieron en meros observadores de la rápida aniquilación de Ochate. Todos, viendo aquel paraje rebosante de ruinas y cadáveres, creyeron firmemente en la sobrenatural condena que parecía haber llegado hasta aquel apartado lugar. 


Fortuna y gloria...

lunes, 3 de octubre de 2011

LA CARTERA PERDIDA DE HEINRICH HIMMLER

El 23 de octubre de 1940 el monasterio de Montserrat, en Barcelona, recibía la inquietante visita del fundador de las SS, Heinrich Himmler.
En su visita a Montserrat Himmler estuvo acompañado por diferentes autoridades franquistas, como el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, o el capitán general de Cataluña, el general Orgaz, además de un numeroso séquito, del que formaba parte el general de las SS Karl Wolf . La visita no estuvo exenta de incidentes. A su llegada al monasterio, el poderoso reichführer se encontró con la negativa a recibirle de los máximos responsables de la comunidad, los padres Marcet y Escarré, que no quisieron ejercer de anfitriones del jerarca nazi alegando que no hablaban alemán.

La actitud de los benedictinos, que encomendaron la tarea a un joven monje,el padre Ripoll, escudándose en que este monje sí sabía alemán, produjo un momento de fuerte tensión y la irritación de las autoridades locales.
No acabaron aquí los incidentes, ya que al todopoderoso jefe de las SS le fue robada una cartera de la suite del hotel Ritz, donde se alojó durante su estancia en Barcelona. El escándalo fue monumental, aunque la policía franquista procuró que no se difundiese la noticia de un robo que la dejaba en muy mal lugar, dadas las connotaciones que concurrían.
Sin embargo, pese a que las autoridades pusieron un particular empeño ya que se movilizó a toda la policía de Barcelona, la cartera nunca se encontró. 

Corrió el rumor de que contenía importantes documentos relacionados con el Grial e incluso se afirmó que en ella se guardaban unos antiguos planos de Montserrat en los que podrían estar señalados los puntos clave para hacerse con el Grial.

Se barajaron varias posibilidades respecto al robo, entre ellas la de que éste hubiera sido perpetrado por el servicio secreto británico, que por aquellas fechas tenía algunos destacados agentes en Barcelona. Ésta era una versión que convenía a la desconcertada policía franquista, ya que señalaba a uno de los mejores servicios secretos del mundo, lo que hacía menos penoso el oprobio que había caído sobre ellos a los ojos de sus alarmados jefes.
Lo cierto es que la cartera del reichführer nunca apareció y, en consecuencia, tampoco se supo cual era su contenido.

De todo este periplo hay una cosa que no encaja, según datos oficiales en el año 1424, el rey Alfonso el Magnánimo trasladó el Cáliz a Valencia, y lo depositó en la capilla del Palacio Real, como agradecimiento por la ayuda del reino de Valencia en las luchas mediterráneas del monarca.
En 1437 la sagrada reliquia fue entregada al Cabildo Catedralicio en nombre de su majestad, como prenda por un préstamo para sus guerras italianas, y en la Catedral ha permanecido durante siglos, hasta hoy, con excepción de algunos momentos dramáticos como las guerras napoleónicas o civiles, así como durante dos visitas de regreso a San Juan de la Peña en los años 1959 y 1994.
Si el Cáliz no se ha movido de ahí exceptuando esa dos veces, ¿Qué Grial buscaba Himmler? ¿Sabía el Reichsführer que el Grial de Valencia no era autentico? ¿Qué buscaba el jefe de las SS exactamente en Montserrat?

Un suceso que ha permitido alimentar todo tipo de especulaciones...


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jueves, 9 de junio de 2011

EL SÉPTIMO CAMIÓN

Durante la Guerra Civil el gobierno de la República tenía una gran preocupación sobre qué hacer con las diferentes obras de arte que tenían en sus museos. Los continuos bombardeos sobre Madrid no discriminaban a la hora de lanzar los proyectiles, cayeron varias bombas sobre el museo del Prado (a pesar de los diferentes convenios internacionales que lo protegían y al hecho de estar debidamente señalizado). Es por eso que en un primer momento dichas obras de arte fueron guardadas en diversos sótanos acorazados de la ciudad.
Cuando el Gobierno decide trasladarse a Valencia adopta la polémica decisión de llevar tras de sí todos los cuadros y las diferentes incautaciones que se habían hecho a través de la Caja de Reparaciones (cuberterías de plata, sagrarios, obras pictóricas de coleccionistas, joyas y alhajas,....) con un valor aproximado de la época de 500 millones de dólares. 

En un primer momento se guardan en Cartagena pero Negrín viendo ya la posibilidad cada vez más real de perder la Guerra adopta una decisión polémica, trasladarlos de forma definitiva a un lugar cercano a la frontera francesa. El lugar elegido es Mina Canta, en La Vajol, una mina de talco del pirineo catalán muy cercana a Francia. Expropiada a la familia Giralt, dejaron sin trabajo a los obreros de la misma y se rodearon de mineros de confianza de Cartagena, así como de carabineros del presidente, con la intención de construir un bunker en el lugar. 
                                  




 
EDIFICIO DE LA MINA CANTA O DE NEGRIN
Negrín ordena empezar las obras, se construye un edificio justo ante la entrada con muros de gran grosor y con el suficiente camuflaje como para evitar la aviación italiana y alemana, dentro de la mina se crea una cámara acorazada y blindada. 
ENTRADA DEL TUNEL DE LA MINA QUE LLEVA A LA CAMARA ACORAZADA
INTERIOR DEL TUNEL DE ACCESO A LA CAMARA ACORAZADA
Durante los meses siguientes la gente de la comarca ve con estupor como empiezan a llegar camiones a sus montes y todos parecen dirigirse a la Mina. Negrín dota a la zona de una gran protección, envía a sus hombres más cualificados, parte de los llamados 100.000 hombres de Negrín (cuerpo especial de Carabineros) que impiden el paso en 2 kilómetros a la redonda de la mina. 




A finales de 1938 principios del 39 la Guerra está perdida, una de las preocupaciones del Gobierno es salvaguardar su patrimonio histórico, después de muchas batallas diplomáticas con los diferentes gobiernos europeos (provocadas por el pacto de no intervención) se llega al acuerdo de trasladar dichas obras a Francia para que después sean llevadas a Ginebra. A principios de Febrero se inicia la operación, una noche entre el 12 y el 14 de ese mes 7 camiones salen de La Vajol con rumbo a Les Illes y Petrus (dos pueblos franceses fronterizos) pero sólo 6 llegan y se abre la especulación sobre el destino del séptimo. 


Gente de la zona asegura que ese camión fue encontrado posteriormente y que muchos vecinos empezaron a florecer económicamente de forma inexplicable, otros aseguran que ese camión nunca existió pero que al ser un paso fronterizo en esa zona se podían encontrar diversos tesoros guardados (los gendarmes franceses de la frontera no dejaban pasar nada a los exiliados republicanos). La versión oficial es que el teniente Blasi al ver que no podían pasar con el camión, por los incesantes bombardeos y la aglomeración de exiliados en los pasos habituales, decidió que todo lo que portaban fuera cargado en mulos y así llegar a la frontera. 
 
Nada es seguro y todo es posible. De lo que podemos estar seguros es que durante un tiempo La Mina Canta fue uno de los depósitos artístico más importantes del mundo y, en esa época de descontrol cualquier hipótesis es válida. ¿Qué pasó realmente con el camión? ¿Existió de verdad? ¿Fueron sus tesoros escondidos por los carabineros para cuando consiguieran volver a España? ¿Quedan restos de esas joyas en la zona? Son preguntas sin respuesta pero si nos acercamos a los montes que rodean La Vajol aún encontraremos a personas con detectores de metales buscando el Tesoro Perdido de la República. Actualmente la mina no está abierta al público.


Fortuna y gloria...